La fotografía de difuntos, la más extendida en el siglo XIX

La fotografía nos ha acompañado desde que se plasmó la primera imagen y alguien la imprimió. Entonces comenzó la historia de la fotografía, apasionante y tan importante para nosotros, los profesionales que nos dedicamos a ella. Hoy vamos a comentar un episodio de esta historia que, aunque a algunas personas les pueda parecer macabro, como es la fotografía de difuntos, es muy interesante y verdaderamente refleja un periodo de nuestra historia digno de comentar. 

En este artículo hablaremos sobre la fotografía de difuntos, lo que era y lo que reflejaba para la familia. 

Fotografía de difuntos: un reflejo de la época

Hoy en día, sería algo completamente impensable realizar una fotografía de difuntos con nuestro ser querido, pero debemos situarnos en el siglo XIX, el siglo del Romanticismo y la época victoriana, en la que la muerte era algo mucho más normalizad. Era muy común perder familiares por enfermedades comunes y, por desgracia, la mortalidad infantil era muy alta, por lo que la única forma de conservar recuerdos físicos de los familiares era a través de las fotografías, algo reservado para los ricos de la época. 

La fotografía era un gasto muy elevado y que prácticamente nadie podía permitirse. Los trabajadores y la clase media tan solo podían permitirse un par de fotografías a lo largo de su vida y cuando un familiar fallecía sin haber podido realizarse ninguna, no dejaba un rostro al que sus familiares pudieran rezar o enseñar a sus hijos y nietos. Es por esto que se empezó a popularizar la fotografía de difuntos, práctica que se llevaba a cabo en su velatorio. Tumbados como si estuvieran dormidos, en algunos casos, y en otros, dentro del ataúd, rodeados de flores y creando un ambiente solemne. 

Algunas familias llegaban a endeudarse con tal de realizar la sesión de fotografía de difuntos, ya que tenía mucho más significado del que pudiéramos imaginar. En el caso de los adultos, la imagen era una prueba del fallecimiento, algo que tenías que entregar a la hora de abrir el testamento y repartir la herencia. Con los niños era algo un poco más cercano, ya que solían fotografiarse en brazos de sus madres, como si estuvieran dormidos. Como comentábamos, la mortalidad infantil era muy alta y si los familiares no fotografiaban al fallecido, nunca podrían conservar una imagen de este, porque no tuvo la oportunidad de crecer y fotografiarse. Era común también sacar a los niños con sus hermanos, para poder crear una imagen familiar. 

Como podemos comprobar, la fotografía de difuntos era una práctica muy íntima que transmitía el cariño que se tenía por el familiar, tanto que se hacía lo que fuera necesario con tal de tener una fotografía de este. 

Esta práctica llegó a ser tan popular que hubo fotógrafos que se especializaron en la fotografía post mortem y solo hacían este tipo de sesiones, cogiendo práctica para que el cadáver se viera lo más fiel a lo que era en vida. Incluso crearon unos soportes para poder levantar al difunto y que se viera erguido, para que así se viera más natural y pudiera dar el pego de que era una fotografía en vida. 

El arte de la fotografía nació para crear recuerdos y que, al mirar una imagen, pudiéramos recordar y la fotografía post mortem es una prueba de que, para los familiares, era un bien muy preciado el poder tener una fotografía. 

El siglo XX: el fin de la fotografía post mortem

Por supuesto, no es una práctica que dure hasta la actualidad y es que a mediados del siglo XX la sociedad empezó a avanzar hasta lo que hoy en día somos y el pensamiento fue una de las cosas que fue cambiando. El siglo XX se caracteriza por ser una época algo oscura en la historia, con dos guerras mundiales y multitud de guerras civiles, por lo que la muerte empezó a ser vista como una tragedia y todo lo relacionado con ella era un tema tabú. Empezaron a surgir las primeras funerarias y los familiares ya no tenían que organizar velatorios en casas ni ocuparse de adecentar a los difuntos, por lo que se fueron separando de lo que antiguamente era como un ritual muy personal. 

La fotografía post mortem empezó a verse como una práctica de mal gusto y un poco macabra, al igual que todo lo relacionado con la muerte, por lo que dejó de practicarse. Hoy en día solo podemos encontrar algunos viejos ejemplos de fotografías que quedaron en esa época. 

Lo que sí que podemos considerar su sucesora es la fotocerámica, esas pequeñas fotografías que podemos encontrar en las lápidas, mostrando el rostro de nuestros familiares. Actualmente, tenemos diversas opciones, incluso la de poner una imagen más grande de algún recuerdo bonito, un viaje, una foto con hijos, la boda, etc. La intención es la de mejorar el luto de las personas cercanas al difunto y poder recordarle cuando acudan al cementerio a dejar flores. Podía considerarse la evolución de la fotografía post mortem, aunque, por supuesto, estas pequeñas fotografías muestran al difunto en vida. 

Ya escribimos un artículo muy interesante sobre fotolápida que te recomendamos ojear en este mismo blog. 

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